lunes, 28 de agosto de 2023

    


    

        He aquí un campo de batalla donde la disputa por el sentido cobra dimensiones estremecedoras. El 22 de diciembre de 1997, un grupo paramilitar identificado con toda claridad, asesinó a 45 personas pertenecientes a la organización civil pacifista “Las Abejas”. Nadie, que tenga vida, puede ser indiferente. Esto no es un “documental”, es un poema épico revolucionario en el que una voluntad, que se niega al olvido y la indiferencia, lucha con las armas de la dignidad más transparente. Es la palabra y el ejemplo de corazones llenos de razones humanistas, en pie de guerra contra lo macabro. La vida misma luchando contra los mercenarios de la muerte. A la vista de todos y todas. La memoria también es un campo de batalla.
    En Acteal, el capitalismo dejó tatuadas todas sus canalladas criminales. No falta una sola. Y no contentos, los dueños del poder, con el despojo, la persecución, el hambre, la insalubridad y las humillaciones sin freno, completaron su perversión con una masacre. Un cuarto de siglo después los herederos de las víctimas resisten. Acteal, y todas las matanzas que ahí se perpetran diariamente, bajo mil disfraces, condensa la maldad criminal y en ella hay una interpelación histórica a quienes nada -o poco- han hecho para que no gane el silencio. 
    Por su voz habla la voz de la especie humana que reclama lo elemental, lo crucial y lo decisivo. Aunque eligieron los recursos del relato audiovisual, la disputa por el sentido que conlleva excede a sus herramientas y a las evidencias. No se trata sólo de mostrar la criminalidad histórica de las mafias que se adueñaron de la tierra y de la vida para mancillar la dignidad de los pueblos originarios, y de todo el proletariado, en todo el mundo. Lupita habla y lucha por la igualdad de todos y todas. Es inaceptable tomar distancia. Habla por la especie humana que reclama tierra, techo y trabajo, para todos y todas, en un mundo donde el poder económico, político, militar y mediático descargan su furia contra los más débiles, contra quienes sólo cuentan con su fuerza de trabajo para alimentar a su porle. 
    Todas nuestras ideas sobre la igualdad tienen en el mensaje de Lupita un examen riguroso que es indispensable atender y entender si, en verdad, hay compromiso fraterno con el futuro de la especie humana liberada de las perversiones asesinas del capitalismo. Aunque algunos se tornan requisitosos a la hora de expresar y practicar la solidaridad; aunque un cierto escepticismo tóxico obnubila a la necesaria hermandad con las luchas desde abajo; aunque un “izquierdismo” infantil manotea argumentos sesudos para profundizar delirios sectarios y burocratistas… En la lucha que Lupita expresa hay una transparencia que fulmina a las exquisiteces rancias de los teoremas “porgres” más de moda. Queda expuesta, en la lucha de Lupita, una de las más nítidas agendas del proletariado. En la mirada y la palabra de Lupita anida una agenda que, mayormente, no está en el palabrerío de ciertas “izquierdas”. ¿A qué se lo debemos?
    Está desatada la barbarie paramilitar en Chiapas, nadie toca a los terratenientes ni a la servidumbre política armada, “hasta los dientes”, para el despojo y el asesinato. Nada nuevo. Toda la criminalidad usurpadora financia “guardias bancas” cuyo prontuario es el asesinato de inocentes, destrucción de sus viviendas e incendio de parcelas, apuntalados y protegidos por cuerpos policiacos y controles militares corruptos como siempre y peor. Hay miles de personas desplazadas, asesinadas y torturadas. Todo a la vista, aunque muchos se niegan a ver. Los detalles los da Lupita. No se los pierdan, no se pierdan.
    Guadalupe Vázquez Luna es una mujer, madre y luchadora tsotsil, que sobrevivió a la masacre de Acteal. Nos educa el compendio enorme de sus cualidades humanas. Hace de la sencillez un arma de combate que rescata de inmediato, con una sabiduría concreta, lo mejor de la especie humana que es la capacidad de luchar, unidos, contra todas las vejaciones del capitalismo. No es una virtud puramente individual porque le viene de la lucha de su pueblo, de su compromiso histórico y de la consistencia irrompible de su resistencia cotidiana con dimensiones político-sociales múltiples. Su lucha debería ser acompañada por todos y todas incansablemente. Apela a lo que deberíamos apelar en cada palmo de nuestras vidas, estemos donde estemos, en defensa de la justicia social y la del territorio, no sólo en Los Altos de Chiapas. Post scriptum: La matanza de Acteal sigue siendo pisoteada por la impunidad y la impudicia. Anótese.

Lupita: 
https://www.google.com/search?q=documental+lupita&source=lmns&tbm=vid&bih=739&biw=1432&hl=es-419&sa=X&ved=2ahUKEwi1k6eZ6v-AAxXnlZUCHarKDsgQ0pQJKAF6BAgBEAQ#fpstate=ive&vld=cid:90304e11,vid:JcDr5pjH5Z4 









viernes, 11 de agosto de 2023

 


La Exageración como Emboscada 
Fernando Buen Abad Domínguez

¿Hipérboles para todo? 
Una vez que la exageración contamina los procesos expresivos, la realidad tiende a parecer anodina e insuficiente. En algunos países se convirtió en tóxico ideológico qué transita la cotidianidad impunemente. ¿Es esto una exageración? El capitalismo encontró en las exageraciones una fuerza narrativa estratégica que formateó la lógica de la mercancía para convertir lo más anodino o intrascendente en “maravilloso”. Así se educó al “consumidor” con un modelo narrativo qué pasó de ser recurso expresivo para hacerse condición expresiva. Eso explica por qué la casi totalidad de los modos, los medios y las relaciones de producción de sentido, en los monopolios mediáticos hegemónicos, son fuentes aberrantes de exageraciones. Noticias, opiniones, publicidades, entrevistas o editoriales… se generan, con obediencia irresponsable e irracional, basados en exagerarlo todo. Incluso exagerando las exageraciones. 
Visto en perspectiva cultural, el recurso de la exageración contiene flujos ideológicos funcionales al principio general de la negación de la realidad. Exagerando jugadas futboleras, recetas de cocina, encabezados periodísticos, medicamentos, padecimientos… (cualquier pretexto es bueno) se eclipsa la mediocridad que el capitalismo impone a las clases subordinadas. Así como el capitalismo es un sistema corrupto por definición, así es una maquinaria de mediocridad y miseria que comienza por golpear el salario y por golpear también al imaginario colectivo. Son mediocres la mayoría de los “servicios públicos”, los discursos políticos, los modelos administrativos, la justicia y sus procedimientos… los recetarios educativos hegemónicos y desde luego las religiones de todo tipo. Es mediocre por definición un sistema que excluye de la vida digna a la mayoría de los seres humanos, es mediocre un sistema económico e ideológico que se basa en saquear materias primas y mano de obra barata en beneficio de unos cuantos, por cierto, muy mediocres. Incluso con sus más sorprendentes inventos tecnológicos. 
No confundirse. La mediocridad del sistema es, al mismo tiempo, un arma de guerra ideológica que los pueblos padecen y resisten. La mediocridad del sistema se naturaliza con las metrallas de exageraciones que, incluso, se han inoculado en los pueblos victimados por hordas de exageraciones mediáticas. Pero no se puede juzgar a las víctimas por la fuerza de sus verdugos. Es exagerado el porcentaje de pobreza, la desigualdad en la distribución de la riqueza, el gasto mundial en armas, el dispendio en gastos publicitarios, la proliferación de iglesias y dogmas… la exclusión, el racismo, el nazi-fascismo. En los modelos narrativos hegemónicos se naturaliza el abuso de las exageraciones selectivas porque es funcional al ocultamiento de la realidad y todas sus crudezas. 
En el modelo tóxico de las exageraciones aparece también el condimento de los gestos faciales y el manoteo innecesario. Así padecemos el espectáculo inútil de quienes para contar nimiedades e intrascendencias despliegan histrionismos empalagosos por rigurosamente inútiles. Están en todas partes y muchas personas crecen creyendo que semejantes aspavientos lingüísticos y corporales añaden encanto, simpatía y seducción a cualquier banalidad hija de las ocurrencias de ocasión. Y viven, convencidos y convencidas, con ese engaño que padecen, a veces en silencio, quiénes lo soportan. 
En la multiplicación de los estereotipos burgueses y de las exageraciones (todos son iguales) queda en evidencia el carácter ideológico “negacionista” disfrazado como estilo “enfático”, a veces “simpático”, de expresar nulidades e intrascendencias. Cuando la voz se agudiza para enfatizar, cuando los ojos se entornan artificiosamente, cuando las manos y la actitud corporal se alteran para que lo dicho parezca “importante” hay que estar alertas. Salvo que se trate de obras de teatro, claro. Incluso las cosas importantes, que no requieren de exageración, se diluyen porque el relato se convierte en más importante que los hechos. Así sean de la vida privada o en actos de masas. Claro que es importante, para todo ser humano, su proceso de dentición, pero al relatarlo con modo épico incluso el dientito del nene se vuelve antipático porque se lo ha barnizado con tóxicos ideológicos. Lo mismo vale para los pañales, los noviazgos o las virtudes dudosas del anecdotario familiar. La vida por sí sola es importante y no necesita de exageraciones. 
No se necesitan desplantes escénicos para saludar a una persona querida. Basta y sobra con ser sinceros, cosa escasa, por cierto. No hace falta un relato “epopéyico” para explicar un paseo ni hace falta un estallido emocional, con llantos o risotadas, para contar lo que hacen los “políticos” que, por cierto, deberían ser campeones de la mesura. Está claro que, incluso por los daños ocasionados a las narrativas populares, lo más peligroso de las exageraciones está en los dispositivos de guerra cognitiva que financia el establishment. Si exageran para vender un refrigerador, igual que para vender una aspirina, lo importante termina siendo la exageración, más que el producto. Y la venden muy cara porque es una mercancía propagandística para suplantar todo lo que la realidad no es. Así se exagera tanto para las apologías como para las denostaciones. Nada más frecuente que una exageración para descalificar una interpelación. Viejo truco. Las exageraciones son, también, una forma del engaño y la subestimación. Parafernalia verbal, y actoral, para obnubilar al “público” o al interlocutor o interlocutora, quizá también adictos a las exageraciones. 
Si fuese posible poner en tela de juicio las causas y las formas de los miles de exageraciones que nos acosan diariamente, si fuese posible desintoxicamos en un plazo no muy largo, es posible que cruzáramos algún síndrome de abstinencia en el que la vida misma nos pareciera poco intensa. Así como cuesta imaginar cómo será el mundo sin capitalismo, así puede ser costoso volver a un punto de las relaciones humanas sin exageraciones. Y esto no es una apología de lo “neutro”, lo “light” o lo “insulso”. Es sólo una invitación a la imaginación hipotética, de base científico semiótica, para presentar batalla a la ideología de la clase dominante, a la manipulación simbólica, y todas las apariencias con que se infiltra, con exageraciones, hasta en los territorios más íntimos. No todo es “maravilloso” ni todo es “excepcional” pero cuando lo cotidiano se vuelve mágico es porque detrás hay una lucha que no viene de la mano de las burguesías sino de las bases sociales que se organizan para liberarse de los designios de la explotación humana con todas sus emboscadas y en todos sus géneros. 


viernes, 4 de agosto de 2023

 



Estereotipos Narrativos

Semiótica a las patadas con la realidad.

Fernando Buen Abad Domínguez 

Instalados como catalizadores emocionales y palestras “didácticas”, las escuelas y estilos de narración futbolera nada tienen de ingenuidad y nada de improvisación. Detrás de los modelos de relatos y de los comentarios, inoculados de manera inconsulta por los monopolios mediáticos a los tele-espectadores o a los radioescuchas, está el aparato ideológico hegemónico contándonos la historia (su historia) con sus medios, sus modos y sus relaciones de producción de sentido. Nadie los elige, pero todos los soportan, porque (casi) no hay escapatoria. Es un problema continental.

Reina el individualismo, el productivismo, el patrioterismo, el sectarismo y el mercantilismo. La mediocridad se vuelve “mito” con héroes, asalariados como esclavos, que se venden y se compran en un mercado empresarial farandulizado e impune. Las masas son decorativas, corifeos y comparsa del negocio y del relato que las usa como razón y lavadero de todo el cuento. La estructura de ese relato tiene zonas de éxtasis prefabricado para que el relator grite una catarsis de mercado cronometrada por el “show bussines” aunque recientemente interrumpida por el “var”. Todavía no encuentran cómo superar ese “anticlimax” legaloide.

Quienes relatan, ellos o ellas, asumen una pleitesía irrevocable con los vicios léxicos viejos de un deporte-espectáculo que no sólo ha fungido como reservorio conservador, sino que es refugio de silencios y escapatorias ante las realidades más hirientes. En las escuelas de relato futbolero se omite toda referencia a la política, a la verdadera, a la que se escribe y pronuncia con mayúsculas, a esa que se nota tatuada en la educación de las masas espectadoras, en vivo o a distancia, en esa que se nota en la civilidad entre los jugadores, en su ética y en la calidad de sus diálogos. A la solidaridad entre asalariados. No hay relator que aluda a la calidad paupérrima con que los jugadores o jugadoras logran hilvanar una frase cuando explican el resultado de un juego. Nadie alude a la crisis educativa y cultural que se trasmina en los léxicos y los gestos, en los uniformes y en los ademanes… en la historia misma de explotación a que se somete a la inmensa mayoría de los jugadores antes de ser vendidos en el mercado de las patadas. Nadie denuncia el show de escupitajos transmitidos. A todo color y en cadena nacional y trasnacional…y las piscinas de mocos en que se convierten los campos de juego. Nada de esto pesa en la narrativa ética de las escuelas de narración futbolera. Las miserias no se aluden.

Todo se reduce a lo circunstancial y la coyuntura. Todo se reduce a sacarle brillo lenguaraz al momento “lúcido” o a un error “catastrófico”. Al brillo individual y al mercado de las transferencias. Es un gritadero infernal intoxicado con exageraciones sin freno. Todo es hiperbólico y estruendoso. Inyectan emociones inútiles en movimientos intrascendentes, describen como dramas helénicos los revolcones histriónicos de aquellos jugadores o jugadoras que aprendieron a dramatizarlo todo por alguna razón televisiva o de manipulación de tiempos. Poco importa porque la mediocridad de muchos partidos está envuelta con oropeles de saliva que encontrará el modo de hacer pasar por “intenso” el aburrimiento de las canchas y de las plateas. Se trata de un negocio de disfraces ideológicos que se arma con adjetivos, verbos y sustantivos inflamados de nadería para una forma del entretenimiento especializado, mayormente, en falsificar la realidad. Con algunas muy honrosas, y escasas, excepciones.

Aunque los relatores toman clases y se untan con ciertos barnices académicos, su escuela principal es la imitación, la suplantación y el plagio, consecuentados por los jefes que tienen el veredicto final del mal gusto y del negocio. El exitismo del “rating” manda. No se niega aquí la originalidad y riqueza narrativa que algunos tuvieron -y tienen- para “explicar” con palabras lo que ocurre en las canchas. Es un oficio basado en las reiteraciones y en las obviedades que terminan siendo absurdas por más acostumbrados que estemos. El relator o cronista (hay nombres para todo) pocos rubores muestra por sus incapacidades léxicas Algunos no logran siquiera conjugar correctamente los verbos especialmente ese con el que más contacto tienen que es el verbo errar. No tienen rubor por su limitada cultura general y desde luego ningún pudor por la realidad escandalosa del contexto, del subtexto y el pretexto de cada encuentro futbolero.

Predominan las premisas del funcionalismo y el estructuralismo en los relatos futboleros, aunque muchos de sus usuarios lo ignoran consuetudinariamente. Algunas de las mafias monopólicas más trasnacionalizadas como ESPN, que es ahora propiedad de Disney, también tiene protocolos narrativos estereotipados que se hacen carne en las frecuentemente pésimas entonaciones y estilos de cada relator que tienen asalariado y al que han convencido (pese a las evidencias contrarias) de ser “interesante” o “atractivo” para los públicos. En la fuerza aplastante de la costumbre, la plantilla de relatores futboleros, infiltrados en la Patria Grande, forma una nómina de atrasos y contrasentidos educativos, comunicacionales y culturales, realmente preocupante. Inaceptables. ¿Quién interviene?

Aunque algunos Estados se preocupen por educar a los pueblos con valores comunitarios y sentido de la cooperación, entre iguales y con justicia; aunque las burocracias educativas se desgañiten (si lo hacen) educando por el respeto, la solidaridad, la dignificación y la fraternidad entre compañeros; aunque prime la búsqueda de los valores sociales como causa mejor y última del esfuerzo colectivo, por encima de los valores mercantiles y para que el dinero no esté por encima de los seres humanos… si eso ocurriera en un país o en una comarca cualquiera, sepan que en un partido de fútbol, de los más comunes y corrientes, con sus relatos infestados de mercantilismo, individualismo, oportunismo y ventajismo patriotero y sectario, se echa por tierra a los mejores programas educativos. En 90 minutos, más lo que el árbitro añada. 

Simón Bolívar el Hombre de las Comunicaciones Fernando Buen Abad Domínguez Rector Internacional de la UICOM “La primera de todas las fuerzas...