miércoles, 21 de febrero de 2024

   
    Economía Política del Humanismo
        Para una Semiótica de la relación Capital-Trabajo
        Fernando Buen Abad Domínguez 

    Permítase aquí un circunloquio: Nada hay en la economía que pueda disociarse de la intervención humana cargada siempre con su historia pretérita y futura. Nada hay en el humanismo que pueda abstraerse de la economía y todos sus desafíos. Nada del trabajo nos es ajeno. Acaso porque la fuente primordial de la producción de sentido es el trabajo, sus calamidades y virtudes. En la historia del humanismo tenemos muchas pruebas. 

    Aunque algunos se empeñan en reducir la importancia del trabajo a disquisiciones puramente “técnicas” o de malabarismos “salariales”, otros prestidigitan para humanizar al capitalismo (Octavio Paz), persiste siempre una interpelación profunda sobre las condiciones objetivas del trabajo y las siempre postergadas tareas por su reivindicación como eje del desarrollo productivo igualitario en todos sus medios, modos y relaciones de producción. Subsiste siempre el imperativo de ofrecer respuestas humanistas a la realidad concreta de la dignidad del trabajo y de los trabajadores.

    Es inaceptable, desde siempre, cualquier posicionamiento frente al trabajo que deje inconclusas las deliberaciones humanistas sobre la producción de bienes, servicios, riquezas… con todas las desigualdades y contradicciones que históricamente se han acumulado en contra del trabajo y que constituyen una de las deudas más enormes para cualquier definición de nuestras civilizaciones. Semejante portento del desarrollo humano, entiende y atiende la producción de bienes materiales mientras atiende de sus responsabilidades colectivas, interviene los vínculos sociales y de identidad diversa sin descuidar y la necesidad dialéctica de perfeccionar todas sus experiencias productivas que son acciones de conocimiento y aprendizaje permanente.  No de ornato, no de museo sino como herramientas para la madre de todas las luchas. Desarrollar igualitaria e inclusivamente todas las capacidades en su esencia que es siempre social. Imposible seccionar el “valor extrínseco” del “valor intrínseco” del trabajo y del sentido porque son actividad humana desarrollada en el proceso de producción de la vida en colectivo condición de su existencia humana porque mediante el trabajo la especie humana metaboliza su ser naturaleza y su ser humano produciendo los materiales para su subsistencia indisociable en material y espiritual - objetiva y subjetiva.

    Es necesario interponer el sentido del humanismo de nuevo género para desarrollar una nueva concepción histórica sobre el trabajo y sobre la economía en la relación necesaria de los seres humanos con la naturaleza y consigo mismos; en la reordenación de sus relaciones con la naturaleza que, transformándola, transforma a los seres humanos. Es necesario negarnos a reducir lo productivo a sólo números porque, de hecho, el trabajo expresa la inteligencia humana para transformar los recursos en medios para sí, mientras desarrolla conocimiento, valores, sentimientos… sentido. Revoluciona la conciencia y desencadena más sentido como semiótica voluntaria y como necesidad de comunicación que también, es trabajo humano en pleno proceso de construcción de los “social”. Es su principio como actividad propiamente humana y no individualista. 

    Otra cosa es el trabajo alienado como calamidad agobiante que genera sentido de penuria, desolación    abandono y desorganización donde se obstaculiza el desarrollo de talento solidario, fortaleza de convicciones, potencialidades creativas, placeres o “vida buena”. Con el trabajo se produce una derrota contra la civilización, aunque algunos se beneficien de ello. Es esa una de las consecuencias anti-humanas del capitalismo que impone una dictadura de enajenaciones bélicas, económicas y mediáticas contra la especie humana y contra el producto de su trabajo. Se derrumba el carácter de la especie como ser genérico para sí y se convierte en “esclava” de los propios objetos que produce. “Cuanto más produce el trabajador menos tiene para consumir; cuanto más valor crea más se desvaloriza él mismo; cuanto más refinado es su producto más vulgar y desgraciado es el trabajador; cuanto más civilizado es el producto más bárbaro es el trabajador; cuanto más poderosa es la obra más débil es el trabajador; cuanta mayor inteligencia manifieste su obra más declina en inteligencia el trabajador y se convierte en esclavo de la naturaleza” Marx

   Nosotros necesitamos una revolución de la conciencia humanista que asuma el trabajo y su dignificación como una corriente científica de economía política para la justicia laboral, emocional y simbólica. Si nuestra especie es esencialmente productora de sentido con base material en lo objetivo y en lo subjetivo, hemos de ser dueños conscientes de nuestras fuerzas productivas para satisfacer las necesidades de las panzas y de las almas, de los espíritus, de la ética y de la moral. Conscientes de nosotros mismos como poderío económico de especie humana que expresa de sí mismo su compromiso con su universalidad humanista. 

    Producir para toda la especie, en condiciones de igualdad y reciprocidad capaces de transformar la naturaleza en un mundo de todos, como actividad del sentido consciente y voluntaria, por ello, resolviendo dialécticamente necesidades materiales y semióticas centradas en el trabajo libre que exprese las cualidades humanas genéricas, y nos permita reconocernos con amor. Que el mayor tesoro de la humanidad sea ella misma. 

Simón Bolívar el Hombre de las Comunicaciones Fernando Buen Abad Domínguez Rector Internacional de la UICOM “La primera de todas las fuerzas...